Cervezas con miel: un caso particular
Aunque juntar miel y cerveza nos parezca algo contradictorio, el origen de nuestra bebida está ligado a la adición de miel como mecha de la fermentación, además de aportar un dulzor residual. Así lo atestiguan las investigaciones, e incluso la recreación de cerveza neolítica elaborada por Fermún Beers (Barcelona), llamada “Encantada”. Si bien su uso ha ido desapareciendo a lo largo de la historia, todavía quedan algunas referencias comerciales donde la miel cobra protagonismo.
Ejemplo de ello es el estilo inglés “honey ale”. Es decir, una cerveza de tradición británica y alta fermentación que se cocina con una porción de miel. En este caso, la miel no imprime tanto dulzor como sí notas especiadas y una comedida sensación medicinal. Ejemplo clásico de ello es Honey Dew, de la casa londinense Fullers. Otra referencia comercial más contemporánea, y accesible en España, es La Sagra Invierno (Toledo) con miel y anís. No resulta extraño encontrar la miel como ingrediente en algunas cervezas especiales estacionales y de Navidad, dado que contribuye a fortificar el producto final. También en España encontramos Castreña (León), cuyo maestro cervecero es apicultor y añade su propia miel a las cervezas que elabora. Otra opción continental es Barbar (Bélgica), que sustituye el típico azúcar Candy de los flamencos por miel.
Ahora, ¿en qué punto la cerveza con miel deja de ser cerveza? Pues bien, alguien inventó el braggot, una mezcla 50/50 –aprox- de mosto de malta y miel que fermentan al unísono. Esta bebida europea es el híbrido entre la cerveza y el hidromiel. Si bien no es frecuente, menos aún en España, algunos elaboradores caseros y miembros de AESHI (Asociación Española de Hidromiel) experimentan con esta receta para encontrar el equilibrio perfecto entre ambas bebidas. Como mínimo, un resultado curioso a caballo entre dos mundos.
¿Pero por qué la miel no es un ingrediente habitual en la cerveza? Sobre todo por precio. La miel es un producto caro en comparación con otras fuentes de fermentables, más si es de buena calidad. Infinitamente más barato es el azúcar o el sirope de arce. Además, el aporte de la miel a la cerveza no es tan destacado como para justificar su precio, ya que en su mayoría es asimilada por la levadura. Añadir miel a la cerveza encarece el producto final sin una contrapartida notoria en la misma media.
¿Significa esto que no merece la pena probar cerveza con miel? ¡Todo lo contrario! Dado lo marginal de su existencia, siempre es una experiencia interesante catar los raros ejemplares que encontremos. Una cata interesante sería probar diferentes cervezas con miel; e incluso –en un mundo ideal-, la misma cerveza elaborada con diferentes mieles; como sucede con el lúpulo ¿No sería un ejercicio fantástico?